Me gusta mucho escribir por eso cualquier cosa que me venga a la mente lo suelo plasmar en cualquier trozo de papel que tenga a mi alcance. A veces, solo son frases, ideas, comienzos de historias que nunca tienen final. Pero otras veces en cambio, cuando me siento mas inspirada procuro terminar esas palabras que comence. La mayoria de las veces pierden su encanto cuando las escribo, ya que me cuesta mucho reflejar lo que tengo en la mente, pero aun y todo siempre suele guardar todo lo que escribo.
Claro ejemplo de esto es este mini relato que escribi hace ahora un poco mas de un año. Mi intencion era presentarlo a un concurso de mini-relatos de mi barrio. Pero como bien os he comentado al principio las palabras que uso en mi mente no tienen nada que ver con las que escribo, por lo que no me gusto para nada como quedo esto, asi que no lo presente.
Mini relato: Caminar
Desde muy pequeña hasta bien adulta me dedicaba a recordar e imaginar, era una de mis actividades preferidas, pasaba tardes y tardes recordando todo lo bueno que había pasado haciendo historias con lo ya vivido, para que los malos recuerdos que a veces poseía fuesen desapareciendo, porque adornarlos me resultaba mas fácil que intentar olvidarlos. Hasta que me di cuenta que para vivir, para saber disfrutar de la vida, para superar las cosas malas... no bastaba con adornárlo con cosas bonitas que había encontrado en los libros. Supe que el tiempo es la mejor cura para todo, eso y el saber mirar para el frente, saber caminar bien erguido; hacen que la vida sea maravillosa, den ganas de vivirla.
Al principio me costo bastante descubrir una de mis otras aficiones, ya que ponerme a leer me resultaba poco agradable, mas que todo porque mi familia no tenia recursos suficientes para comprarme libros y eso me suponía tener que leer siempre los mismos libros o si no coger la Biblia o ese tipo de libros que siempre había en todas las casas aunque no hubiese ni para el pan de cada día. Por tanto mis ratos de lectura eran bastante limitados. Dado que mi mundo literario era bastante reducido, a medida que fue pasando el tiempo y fui haciéndome mas adulta, y por tanto fui sufriendo con las crueldades de la vida, me di cuenta de lo valiosa que era la lectura, para poder disfrutar de esos maravillosos mundo perdidos, encantados y problemas menos dolorosos por no poder traspasar las hojas de papel. Así, mi pequeña afición fue en aumento, volviéndose mi salvadora.
Una de esas tardes frías y tristes de invierno, en las cuales me sentaba al lado de la chimenea intentado descubrir mundos perdidos en los dibujos de las llamas, algo me llamo la atención y me dirigí a la ventana. No parecía que nada hubiese cambiado, era la misma calle que horas atrás había cruzado para ir hacer la compra y para llevar a mis hermanos pequeños a la escuela. Sin embargo, a unos metros mas allá de la casa de costura de Doña Ramona divise una sombra un tanto extraña, sombra que no era capaz de distinguir con claridad. Esa incertidumbre hizo que todos los días a la misma hora apareciese al encuentro de la sombra desconocida aun no sabiendo de que se trataba, pero era algo inusual, algo diferente al resto de los días y por eso merecía toda mi atención. Al cabo de unas semanas me di cuenta que la sombra parecía la de una persona, que parecía que se escondía de algo, pero todavía no sabia nada mas. Al mes de mi primer encuentro con el niño con sombra, como yo lo llamaba aun no sabiendo si era chico o chica, pero con la esperanza de toda niña que fuese un chico, guapo, amable... un príncipe azul...sucedió algo inesperado. Una persona adulta, se acerco a mi niño con sombra y empezó a gritar y a gesticular. Impedida en un principio por el miedo aterrador que en ese momento impregnaba toda la calle me sentí incapaz de abrir la ventana, pero viendo que aquel hombre no paraba de chillar, me decidí a abrir aquella barrera que durante un mes había sido mi aliada para protegerme en el anonimato. Cuando por fin me decidí a abrir la ventana era demasiado tarde, en una esquina yacía boca a bajo un niño. Con cierto temor decidí bajar a ver si podía hacer algo. No sabia con que me iba a encontrar cuando terminase de bajar los 52 peldaños que separaban mi escondite de aquel misterioso encuentro que pronto se produciría. Cuando llegue descubrí un niño con cara angelical que sollozaba tumbado en el frío suelo. Me acerque y aunque un poco confusa con lo que me dirigía a hacer le palpe la espalda, en busca de una respuesta que me dejase mas tranquila, pero no se inmuto. No sabia lo que hacer, si permanecer ahí o volverme a casa pero cuando yo todavía seguía debatiéndome sobre lo que debía hacer el niño se dio la vuelta y me agradeció que me hubiese acercado. Entonces, le pregunte que le había sucedido y él con cara bastante triste y con los ojos llenos de lagrimas me contesto que había venido su padre y que le había descubierto en su escondite. Yo me extrañe, ya que no me parecía un escondite muy bueno si realmente se quería esconder por algo y le puse cara rara, por eso me aclaro que se escondía porque le encantaba leer y que su padre se lo prohibía. Me parecía algo ridículo, teniendo en cuenta que descubrir mundos nuevos era maravilloso pero luego volví a poner los pies en la tierra y me di cuenta que no había pensado como una persona adulta y por lo tanto que leer era perder tiempo cuando debería seguramente, estar trabajando. Así con ese primer encuentro comenzó una amistad un tanto diferente, ya que cada vez que nos juntábamos no hablábamos mucho sino que el empezó a compartir sus mundos lejanos, mágicos conmigo, y así fue como empecé a darme cuenta que soñar despierto era algo maravilloso. Aunque no hablásemos mucho nos fuimos conociendo ya que cada vez que me entregaba un libro solía tener frases o trozos subrayadas, y así fue como empecé a conocerle mejor, las letras de esos mundo hicieron que Antonio y yo nos hiciéramos inseparables. Hasta que años después, y aun cuando seguíamos teniendo esos encuentros maravillosos llenos de personajes diferentes, calles de golosina, montes de oro...eso que solo habíamos leído una vez y en un libro que Antonio le había cogido a su padre, supimos qué era eso de que algunos libros estaban basados en hechos reales. Antonio tuvo que marcharse muy lejos, obligado por ser hombre y por el deber de proteger todo lo que hasta ahora nuestros antepasados habían construido. Así fue como perdí todo contacto con él, solo juntándonos en historias de libros que yo volvía a releer con la esperanza de volvernos a unir. Y solo así, podía lograr vivir los mejores momentos de mi vida porque con la marcha de los hombres, las mujeres del pueblo tuvimos que realizar todos los trabajos que hasta ahora realizaban los hombres, siendo bastante duro. Al cabo de dos años, algunos hombres regresaron al pueblo, junto con algún extranjero que se había aliado con nosotros para luchar contra las mismas causas, y así fue como con la aparición de Lluís en el pueblo empecé a vivir una de las historias mas tormentosas jamás escritas. Lluís me llamo la atención porque era un hombre con muchas ambiciones, con ganas de cambiar el mundo...y pensé que así igual, junto con alguien como él podría descubrir sitios maravillosos que solo hasta ahora había conseguido imaginar. Pero no tuve en cuenta que los tiempos que corrían no eran lo mas propicios para gente como él. Nuestros primeros años juntos fueron maravillosos, aprendí a hablar el catalán y eso hizo que pudiese leer algún libro nuevo de los que poseía Lluís. Pero sus ganas de cambiar el mundo, de luchar por lo que creía se fueron desvaneciendo poco a poco... eran muchas las barreras que tuvo que pasar y el cambio que recibía no era nada gratificante. Por eso, después de haber pasado dos años en la cárcel, decidió que lo mejor para todos, ya que para aquel entonces ya teníamos 3 hijos, seria mejor abandonar todas sus creencias. Antes de los duros años, Lluís había hecho buenas amistades en la ciudad, por eso, nos mudamos todos a un pequeño apartamento. Allí, se dedico a lamentarse por los años perdidos en la lucha de una causa, que según el no se lograría nunca y empezó a ahogar sus penas en el alcohol, por lo que supuso que toda la familia sufriéramos sus penas y malas épocas. Fueron años duros, pero que gracias a una pequeña edición de una revista de nuestro barrio, hizo que Lluís volviese a recuperar la ilusión y las ganas de volver a intentar cambiar el mundo, y así fue como sus escritos en aquella humilde pero laboriosa edición que corría a cargo de nuestros vecinos, hizo que recuperase las ganas de vivir, otorgándonos a todos una nueva oportunidad de ser felices. Las cosas no podían irnos mejor, ya que las colaboraciones hicieron que buscase un empleo y supuso que nuestros hijos pudiesen ir a la escuela, cosa que agradecí ya que pude retomar mis ratos perdidas en corrientes mágicas. Nuestros dos hijos mayores siguieron las huellas que su padre había ido dejando a lo largo de su camino y así fue como por segunda vez en la vida supe que hay veces cuando las cosas inimaginables pueden sobrepasar los libros. Un día de calor espantoso, un compañero de Lluís llego a nuestra casa a darme las peores de las noticias que jamás yo había escuchado; mis hijos y Lluís habían perecido en un encuentro con las fuerzas del orden en un intento de desalojo del periódico. Pero debía estar orgullosa, ya que según el emisor de la trágica noticia, habían muerto luchando por lo que creían, haciendo frente a las barreras que la sociedad les había puesto...así que por contentarle esbocé una sonrisa, deseando que llegase la hora de cerrar la puerta y maldecirle por habérmelo comunicado.
Los días posteriores a la gran heroica acción de mis hijos y marido fueron terribles, los vecinos no hicieron mas que hacerme llegar sus condolencias y sus mas ambles pesares pero para mi no eran mas que palabras sin sentido que penetraban una y otra vez dentro de mi, haciendo que perdiese toda gana de vivir. Gracias a que mi hija pequeña de vez en cuando con su llanto ausente de todo dolor me devolvía a los quehaceres de todos los días y solo en esos momentos, en los que días atrás me habían parecido los peores por el retumbar de su llanto en mi cabeza, hacían que estuviese distraída.
El día en que todo el vecindario enterramos a Lluís y a mis hijos fue un día muy especial, ya que el entierro se había retrasado por ciertos acontecimientos sociales que en cualquier otro momento me hubieran aterrorizado pero que gracias a esos días pude encontrarme con más vitalidad y supe comportarme como una viuda educada y agradecida. Solo cuando ya todo el mundo se fue, pude quitarme esa careta que la situación me había hecho ponerme y me derrumbe pensando que ahora era mi tiempo para luchar, para caminar y mirar al frente, leyendo poesía que un año atrás había descubierto y un viejo y gran amigo me había dedicado: "caminante, son tus huellas el camino, y nada mas; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de pisar".